De la felicidad y satisfacción

Desde hace un tiempo, cada vez que inicio un taller de formación con un grupo nuevo, empiezo planteando un test:

«Buenos días, os voy a dar a elegir entre 3 opciones. Os gustarán las 3, pero hay que elegir sólo una:

💰 La primera es UN MILLÓN DE EUROS. Como suena. En billetes o transferencia. También vale en criptomonedas, aunque no lo recomiendo.

🎯 La segunda es la HOJA DE RUTA PERFECTA para montar una empresa que se sitúe en 10 años en el Top 10 del Nasdaq. El camino será largo y duro, pero seguro. Habrá grandes momentos de la verdad y momentos de crisis, pero puedes tener la seguridad de que, si sigues las instrucciones, todo se encaminará al Top 10, con lo que eso significa …

💪 La tercera es que, a partir de mañana, todos los días te vas a levantar con el espíritu de un viernes en el cuerpo. Da igual que sea el blue Monday o el miserable Wednesday, te levantas COMIÉNDOTE EL MUNDO y con la habilidad de sumar a personas a tu alrededor y sentirte respetado. Aunque cometes errores, sabes digerirlos sin fustigarte y la caída te encuentra dando el siguiente paso adelante.

Ahí están las 3. ¡A elegir! ¡Y rápido, que se pasa el tiempo!» ⏳

La primera vez, me sorprendieron los resultados y creí que se debía a que el grupo era joven. Repetí la encuesta a grupos variados, asegurándome de describir las opciones con la misma intensidad. Unas veces, en distinto orden, otras, dando más énfasis a alguna … Pero el resultado era el mismo.

Nunca, nunca, hubo un grupo donde menos de 7 de cada 10 personas eligiesen la tercera opción.

La conclusión de esta narración pide meter la quinta directa hacia un final motivacional hablando de la necesidad de mirar al interior, iluminar la actitud, acabar con una frase bonita y abrazarnos todos. Pero sería insultar vuestra inteligencia. Ésta es una encuesta con opciones ficticias y no excluyentes entre sí.

Y si bien, este poco ortodoxo estudio no da para conclusiones irrefutables, nada impide hacernos la pregunta a nosotros mismos.

Tú, ¿Qué elegirías?

Me asombra que, en un mundo donde la gestión de la felicidad en el puesto de trabajo ya no es un raro valor añadido, sino una demanda a gritos, sigamos poniendo el foco en objetivos y en la literatura que ilumina el plan y no se preste atención al motor que lo hace posible.

Y, aunque no tengo dudas de que hay factores higiénicos que son necesarios cambiar, tampoco tengo dudas de que nunca habrá un mundo perfecto alrededor y que no hay mejor forma de alejarnos de la felicidad que endosársela a terceros, ya sea el jefe, RRHH, la empresa o dirigentes políticos, haciéndoles responsables de que ocurra.

La felicidad es caprichosa, la satisfacción no. La primera llega de manera inesperada, la segunda empieza hoy mismo eligiendo tomar el control, aceptando responsabilidad y viviendo según tus valores. Llegarás o no al objetivo y fallará o no el plan, pero la satisfacción está garantizada.