Unos lo llaman vértigo, otros emoción, pero nadie queda impasible ante la avalancha de cambios de paradigma que se están produciendo alrededor y cada vez más rápido. La más evidente, y centro de gravedad de los cambios actuales, es la galopada hacia un mundo digital. El consumo instantáneo que ha traído, premia todos los modelos que ponen el adjetivo ‘fácil’, ‘rápido’ y ‘seguro’ en su core.
La facilidad y comodidad de consumo no podía dejar indiferente las expectativas que ponemos en el resto de actividades del día: Las relaciones personales, el consumo de ocio y el desarrollo del trabajo escapa del corsé y demanda ser consumido de manera similar. De esta forma, cuesta asimilar modelos de trabajo encorsetados y rígidos.
El cambio se ha convertido en la única constante. Pero el cambio, excitante en tanto de novedad, es incertidumbre y motivo de rechazo en la percepción humana. Y si el cambio es constante, la adaptación en una obligación. Pero, ¿Estamos realmente preparados?
El imperativo cambio de modelo educativo, todavía encorsetado, no comprende sólo un cambio de temario. Debe centrarse, a su vez, en desarrollar las habilidades humanas que hacen fácil la adaptación, el desarrollo de la autonomía, de la identidad y potencial de cada persona.