Cuando siempre nos hemos clasificado por sectores, tienes mucho más en común con tu homólogo de un sector de naturaleza radicalmente diferente

Es septiembre. Primer día de clase. Caras nueva. Estás embarcado en ese máster que siempre soñaste. Cuatro palabras de trámite con aquellos en un radio de una mesa de distancia.
Le sigue normalmente una ronda de presentación. Soy Nombre, de tal Ciudad y me dedico a Tal Sector.
Somos el nombre, la ciudad y el sector. Seguramente pasemos al olvido antes de dar paso al siguiente. Pero si escuchamos a alguien que se presenta como Nombre, el campeón regional de tortilla de patata, un llegatardista redomado, cantante frustrado de rock que, mientras, debe ganarse la vida sacando de líos o evitando que su empresa se meta en ellos a través del departamento legal, sería difícil olvidarlo. Y es que hay una gran tendencia a identificarse con un sector como si de un estamento medieval se tratase.
En realidad, independientemente del sector, somos vendedores, creativos, técnicos, administrativos, atendemos público, gestionamos equipo o proyectos, somos estrategas, resolvemos problemas u operamos procesos. Todo es muy transversal.
Un sector se estudia fácilmente con drivers. Las competencias son el core de la evolución profesional.
Muchos lo entendieron hace tiempo.