Cómo las estructuras laborales son el mejor antídoto para el compromiso

Cualquier líder de equipo en su día a día sueña con un soplo, un brote, una corriente de iniciativa que sirva como prueba de vida. De vida de implicación y ganas de compartir y sumar energía. Es una de las mejores sensaciones al formar parte de un equipo.
Pero antes siquiera de esperarla, quizá debamos plantearnos las barreras que ha tenido que superar ese brote de iniciativa.
La persona de donde nace la iniciativa ha tenido una etapa formativa marcada por un horario y un calendario prusiano que incluye cuándo y cuánto ha tenido que aprender. Deadlines y temarios bajo la espada de Democles de un verano encerrado.
Superada esta etapa, le sigue una travesía del desierto en forma de prácticas. Dar cera y pulir cera a la tarea más monótona de la planta.
La buena actitud le ha abierto la puerta a un puesto indefinido. Le esperan manuales de procedimientos, registros y estándares bajo la supervisión de un coordinador.
Ahora es un junior. Budget a cumplir, objetivos y expectativas muy definidas.
Y en medio de este trayecto de plazo y objetivo, ha nacido una iniciativa, una idea. No es un síntoma de compromiso. Es un verdadero milagro que ocurra en un entorno donde la iniciativa llega moribunda.
¿Y si empezamos a liberarla?